El 23 de Octubre de 1976 fueron secuestrados y se mantienen desaparecidos cuatro estudiantes del ex Colegio Nacional Vicente López. Meses después otra de sus compañeras tuvo el mismo destino, en Río Negro, a donde se había refugiado.
…parecíamos todos del mismo barro, parecíamos esperanzas caminando... León Gieco.
1.
Como todo acontecimiento de la historia reciente de nuestro país, la noche del 23 de octubre de 1976, la Noche de los Lápices Vicente López, es un recuerdo amargo, más amargo aún cuando nos resuenan los relatos de Silvia y Eduardo, compañeros de cautiverio de Leo y María, dos de nuestras compañeras desaparecidas en el Campito.
Ahora nos sentamos a escribir esta historia con un puñado de recuerdos, citas y referencias, pero todavía estamos desprovistos de certezas, con las mismas y angustiosas preguntas del 76. ¿Por qué a ellos? ¿Para qué secuestrar a un grupo de adolescentes inermes? ¿Por qué desaparecerlos? El silencio de los perpetradores en la Megacausa de Campo de Mayo es atronador, doloroso. Cierro los ojos y las décadas pasadas se suceden como ráfagas, como si yo mismo hubiera vivido la historia de otros seres, a veces un poco más grandes, a veces un poco más chicos. Los recuerdos ajenos se me hacen carne y se confunden con los míos propios.
Desde aquellos días la historia me marcó para siempre, pero sé que a tantos otros que vieron pasar la noche y el día de aquel año, miraron para otro lado y se quedaron con otros recuerdos. 2.
..Todavía quedaba algo, del libro de primer grado se saludaban los pelos largos, cuando en las calles se cruzaban…
El Colegio Nacional de Vicente López ya no es el mismo que antes y algunos acontecimientos que recordamos se ubican en lugares hoy inexistentes. Las “catacumbas”, el sector más viejo del ex Nacional está clausurado. Y es arduo y dudoso describir el habitar en la vieja edificación sólo apelando a la memoria. Da al fondo del predio y al viejo patio central. La galería y el edificio nuevo de tres pisos eran las otras construcciones del Nacional de los setenta, hasta que a mediados de los ochenta se comenzó la construcción del edificio actual.
Es una verdad de perogrullo que los alumnos de hoy no son como los de los setenta. Los de los setenta por suerte, tampoco éramos iguales a los estudiantes de los cincuenta. Pero una condición se ha mantenido permanente a través de los años. Cada vez que florece el activismo juvenil, el Vicente López es uno de los escenarios privilegiados en la zona. A pesar de los tiempos, a pesar de los cambios sociales y económicos, del viraje de la educación pública – sobretodo la secundaria-, el Nacional de Vicente López se inscribió siempre a la vanguardia del reflorecimiento juvenil.
3.
De Luca, pelado de ideas. Lucy traía unos diamantes, de un mundo inesperado Francia en colores del día domingo, marcha de los estudiantes...
Hacia fines de los 60 y al calor de los nuevos aires que vivía el país contra la dictadura de Onganía, un subterráneo movimiento estudiantil se fue gestando en el Vicente López. Los grupos pro-Centro de Estudiantes y la resistencia al interventor de la escuela se mezclaban con los grandes temas de la política nacional; los grupos juveniles discutían sobre el ser revolucionario, el ser nacional, la insurrección popular, la guerrilla.
Un interventor es un funcionario nombrado por el Poder Ejecutivo Nacional a cargo de la Dirección del colegio, en lugar del habitual y democrático concurso docente. La mano militar se había extendido por aquel entonces hasta los poros de la educación, nombrando a un marino.
Una mañana de 1969 el frente de la escuela apareció empapelado con diarios y una frase que pintaba un época: “De Luca, pelado de ideas”. Era un gesto propio del Mayo Francés o del Cordobazo. Sin embargo De Luca tuvo más vida que De Gaulle o que Onganía. La explosión vino en el 73.
4. La Toma
Dónde quedó esa canción, quizás adentro del corazón...
A principios del 73 -año del retorno del peronismo al poder después de dieciocho años de proscripción política- un explosivo movimiento de protesta de secundarios se desparramó como silenciosamente por numerosísimas escuelas públicas. La mayoría estuvo identificada con los jóvenes peronistas de aquel entonces y su reclamo era la derogación del decreto de Latorre que prohibía la actividad de los centros de estudiantes secundarios.
El Vicente López fue uno de los primeros, sino el primero, y tuvo un objetivo específico: echar al interventor. Otra vez las cámaras de televisión y las notas en los diarios enfocaron hacia ese famoso colegio. Durante dos días el colegio estuvo controlado por los estudiantes, y en ese mayo tal vez, en algún lugar quedó marcado su futuro cercano.
A los pocos días el acto escolar por el 25 de mayo encontró a un joven estudiante de 5º año, con aspiraciones de actor, Boy Olmy, organizando una espectacular escenificación de la ‘liberación o dependencia’ en un partido de fútbol sobre el techo de la galería. La escuela observaba desde los pisos superiores. Sobre el final se cantó Anímate, de Víctor Heredia, casi el himno de aquel año 73.
Entre todos esos alumnos estaban los chicos de primer y segundo año, introducidos por los mayores en ese mundo desconocido de la política estudiantil. El golpe militar los sorprendería en los años superiores del secundario.
5.
La Juventud Guevarista todavía quedaba algo del libro de primer grado se saludaban los pelos largos cuando las calles se cruzaban Entre el 75 y el 76 la represión paraestatal clandestina se hizo insoportable, y esto también se reflejó en una escuela tan particular, tan puesta en primer plano.
Sin embargo la reacción fue bastante lúcida. La militancia estudiantil se tornó clandestina y en la escuela se promovieron actividades culturales como forma de supervivencia del centro de estudiantes, entonces prohibido.
Aún así los estudiantes secundarios de capital y Gran Buenos Aires organizaron su propia marcha por el boleto estudiantil y ahí participó la Juventud Guevarista del Vicente López. En la estación Retiro tuvieron un fuerte cruce con las fuerzas de seguridad, una marca muy cercana del despliegue represivo.
6. Nunca creímos todo los que nos pasó…
El 2 abril de 1976 Gerardo Szerzon (15) estudiante del Vicente López fue secuestrado en su domicilio de Carapachay, junto con su hermana mayor Lía (19). Sus cuerpos aparecieron a los pocos días por Bancalari, en la Panamericana. Los compañeros hicieron un último acto de militancia, dejaron una pintada en la puerta de la escuela.
También comenzaron las intimidaciones de diverso tipo. De hecho la escuela fue rodeada por las fuerzas armadas, con despliegue de camiones y soldados y un oficial amenazó a los estudiantes formados en el patio.
Liliana Caími (18) perteneciente la JG del Vicente López fue secuestrada junto con su pareja, Andrés Marizcurrena (24), el 11 de octubre en su casa de Martínez. Liliana tenía 5 meses de embarazo y ya no cursaba en la escuela.
‘Las visitas’ de los militares se repitieron durante este año frente a las autoridades del Nacional. Según consta en las actuaciones judiciales, hacia octubre de 1976 entregaron una lista más bien rudimentaria con nombres de estudiantes, a los que querían interrogar. Algunos se quedaron esperando que se tranquilizaran las cosas, otros estaban de viaje de egresados y tuvieron la oportunidad de escapar luego, y unos pocos sintieron preocupación y se exiliaron. En todo caso las decisiones eran de un grupo familiar y en parte dependían de la escasa información que cada uno tenía.
7.
Presentes, ahora y siempre Leonora Zimmermann, María Zimmermann, Eduardo Muñiz, Pablo Fernández Meijide, Gerardo Szerzon, Liliana Caími, Leticia Veraldi.
8.
En el Nunca Más de la Conadep Enrique Fernández Meijide vive así la desaparición de su hijo Pablo: “… Se llevaron de mi casa a mi hijo que, a los 17 años estaba concluyendo la adolescencia. Además de la perdida del objeto de mi amor, de la bronca de la posibilidad de su malestar físico o psíquico, del temor por su futuro, estaba la frustración por la tarea (su formación) no concluida… Yo era (me sentía) responsable porque el no tenía autonomía. Todo el mundo sabe que, hasta para moverse libremente por el país, un adolescente debe contar con la autorización escrita de su padre y que la salida al extranjero sin la autorización paterna es impensable. El estupor de sus hermanos, que no podían entender la destrucción violenta de mi omnipotencia, de mi capacidad para conservar el tesoro familiar, me enfrentaba con el vacío. Con mi propia miseria. No es una pesadilla. Cada día me demuestra que sigo viviendo…”
9.
”El 23 de octubre de 1976, a las 0,45 horas, hombres fuertemente armados secuestraron a las hermanas María y Leonora Zimmermann, de 18 y 16 años, en el domicilio de sus padres. Durante el allanamiento, los integrantes del grupo armado que dijeron pertenecer a la policía Federal, se llevaron del dormitorio del hermano menor un microscopio y dinero de su alcancía”. De la presentación judicial hecha por los padres. 10.
Todavía hoy recuerdo aquel día 23 de octubre de 1976. Y creo que no lo olvidaré jamás. Durante el día intentamos infantilmente ver qué podíamos hacer. Sólo a la noche tuve terror. Cierro los ojos y puedo recordar el último picnic de primavera del ’76. Cierro los ojos y me encuentro en el patio de la escuela, hablando sobre ellos y no lo puedo creer.
12.
Cada 23 de octubre desde hace mucho tiempo, una militancia variopinta de familiares y ex compañeros de los estudiantes desaparecidos del Nacional Vicente López nos congregamos junto con profesores y estudiantes del profesorado del Instituto de Formación Docente 39, y una multifacética concurrencia de vecinos y militantes políticos y sindicales diversos.
Hace relativamente poco tiempo, revisando la genealogía de La Noche de los Lápices, momento medular en la construcción de la memoria de los secundarios de nuestro país, nos topamos con un dato revelador. Con la sanción de la ley provincial que instituía el día de los derechos de los estudiantes secundarios en 1988, se hacía una mención explícita a los estudiantes del Nacional Vicente López.
“Muchos fueron los episodios que los tuvieron como víctimas. Así podemos citar el secuestro y desaparición de Pablo Fernández Meijide, Eduardo Oscar Muñiz, María y Leonora Zimmerman, todos estudiantes del Colegio Nacional de Vicente López entre el 20 y 23 de octubre de 1976, o también a Horacio Húngaro, Daniel Alberto Rasero, Francisco López Muntaner, María Claudia Falcón, Víctor Treviño, Claudio De Acha y María Clara Ciocchini, quienes formaban parte de un grupo de 16 jóvenes, que había tomado parte de una campaña pro boleto estudiantil desaparecidos el 16 de septiembre de 1976.
A fin de englobarlos a todos en el recuerdo se ha elegido esta última fecha, ya que a partir de su conocimiento masivo durante el proceso dispuesto por el D.N. 158/83, se ha convertido en un símbolo de esta tragedia. La opinión pública ha designado el 16 de septiembre de 1976 como “La noche de los Lápices”. (Ley 10671)
Efectivamente, los años iniciales de la transición democrática vieron resurgir la militancia política de los adolescentes y la conformación de los nuevos centros de estudiantes, activos impulsores de la memoria de la generación que los precedió, desafiando los últimos momentos de la dictadura y los nichos de autoritarismo que seguían poblando las aulas en la democracia recuperada.
Y fue en esos años iniciales, en 1984, en donde el CesViL, el centro de estudiantes del Colegio Nacional de Vicente López, erigió un monumento histórico intangible: el 23 de octubre. Lo que sucedió fue realmente asombroso, ya que sin nexos visibles intergeneracionales, con las instituciones educativas mirando para otro lado, integró una historia desperdigada en las luchas y dolores personales, familiares, y construyó un hito, el 23 de octubre, que quedó grabado en una placa, una pequeña bitácora, en el patio de las catacumbas, del viejo e histórico edificio del Nacional. En claro contraste, el documental del Nunca Más, difundido en el viejo canal 13, el 4 de julio de 1984 inicia su secuencia con las imágenes mudas, sin mención de nombre ni edad, de Leonora y María, para luego tomar la palabra Enrique Fernández Meijide, quien obvia toda mención a los desaparecidos del colegio. Fueron por lo tanto los pibes, los que tejieron año tras año el hito, acciones sobre las que quedan pocos testimonios.
Todo ello llegó hasta informar a la ley de 1988, y luego un abismo de silencio.
Este Octubre/23 que recuperamos hace quince años y junto con docentes y estudiantes del ’39 desarrollamos - ahora sí como proyecto institucional- acompañados de familiares y amigos de nuestros compañeros desaparecidos. Como un regalo más de estas iniciáticas jornadas de los ’80, un par de pibitos que empezaban el secundario quedaron enganchados para la vida y con la conciencia perenne acerca del genocidio visto casi en sus propias narices. Ellos son los realizadores de Octubre 23, Una historia de estudiantes secundarios. Martín Vergara, Adrían Tanus, de ellos hablamos, junto con Federico Coringrato, también son tributarios de esa militancia que tanto se inspiró en María, Eduardo, Leonora, Pablo, Liliana, Gerardo y Leticia, los cumpa que formaban parte desde tan pequeños de la izquierda revolucionaria.
* El autor fue amigo de una de las chicas en aquellos 70, y en 1984 comenzó a trabajar en el colegio y partícipe del documental “Octubre23, una historia de estudiantes secundarios”, hace una semblanza de estos 45 años.
Fuente: LA IZQUIERDA DIARIO (ARGENTINA)
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