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Castillo, presidente del Perú; Keiko, presa con "papá" Fujimori

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Con más del 99,5% de los votos escrutados y sólo un puñado de papeletas impugnadas por añadir, Castillo tenía el 50,2% de los votos.


El líder del partido socialista Perú Libre declaró el viernes la "victoria" de su candidato, Pedro Castillo, en las elecciones presidenciales, en las que el ex maestro de primaria parece consolidar una estrecha ventaja sobre la derechista Keiko Fujimori.

Con más del 99,5% de los votos escrutados y sólo un puñado de papeletas impugnadas por añadir, Castillo tenía el 50,2% de los votos, unos 60.000 sufragios por delante de Fujimori, que ha acusado fraude, pero con pocas pruebas.

La autoridad electoral del país aún no ha confirmado la victoria, pero la mayoría de los observadores y algunos líderes regionales de izquierda, incluidos los de Argentina y Bolivia, han proclamado a Castillo como vencedor.


Vladimir Cerrón, cirujano formado en Cuba y marxista-leninista, es un exgobernador que no pudo presentarse a las elecciones presidenciales por haber sido condenado en el pasado por corrupción.

La hija del encarcelado expresidente Alberto Fujimori ha insistido en las acusaciones de fraude sin fundamento, y los miembros de su partido han dicho que no concederán el triunfo a su rival hasta que se cuenten todos los votos y las apelaciones, lo que aún podría tardar días.

El propio Castillo tampoco se ha proclamado vencedor, pero a principios de esta semana dijo que el partido le había asegurado que sería el ganador.

La elección ha dividido fuertemente a los peruanos, ya que los ciudadanos de mayores ingresos apoyaron a Fujimori, mientras que los de más pobres apoyaron a Castillo.


Castillo, maestro de escuela primaria e hijo de campesinos, ha galvanizado el apoyo rural en Perú. No era miembro del partido Perú Libre antes de presentarse a la presidencia y todavía no está claro si adoptará una postura de extrema izquierda para la economía si llega al poder.


En los últimos días, reclutó como asesor a Pedro Francke, un economista de izquierda moderada, que ha buscado fomentar un tono más favorable al mercado.




¿Condenada?


Mientras el conteo de votos avanza lentamente hacia lo que parece que será una ajustada victoria de Pedro Castillo, la candidata de derecha Keiko Fujimori no sólo se preocupa por estas horas por la posible derrota electoral. La hija del dictador mira de reojo también sus problemas con la justicia.


Además de que debería estar presa por apoyar los crímenes de lesa humanidad cometidos por su padre, está formalmente acusada de organización criminal, lavado de dinero, falsedad y obstrucción a la justicia. Por estas causas, un fiscal anticorrupción que investiga las implicancias del Lava Jato en Perú pidió en marzo una pena de más de 30 años de prisión para la líder del partido Fuerza Popular.


De hecho, su participación electoral en las presidenciales de 2011 y 2016 estuvo marcada por el financiamiento irregular de su campaña electoral por parte de la empresa brasileña caída en desgracia Odebrecht, como parte del caso Lava Jato, una red de corrupción continental que al develarse puso en jaque a dirigentes políticos y empresarios de toda latinoamérica.


Odebrecht confesó que aportó dinero «en negro» para la campaña de Keiko, que se encargó de ocultarlo en los registros contables de su partido. También Credicorp, la principal empresa financiera de Perú, admitió que aportó 3,6 millones de dólares a la campaña de manera irregular. Las acusaciones de la fiscalía muestran que el mecanismo de ocultación de estas cifras millonarias consistió en disimularlas como miles de aportes falsos más pequeños de personas individuales.


A pesar de que Fujimori denuncia «persecución política» por las acusaciones que recaen en su contra, su situación judicial cada vez se complica más porque paulatinamente van «cayendo» más empresarios y colaboradores suyos que admiten la corrupción que envuelve a la candidata ultraderechista.


En efecto, las pruebas en su contra son tan abundantes que Keiko estuvo en prisión preventiva dos veces por esa causa. Primero, de octubre de 2018 a noviembre de 2019, y luego unos cinco meses durante 2020. La pandemia le permitió salir en libertad y encarar su sueño presidencial que, hasta ahora, parece haber quedado trunco nuevamente.


Su absurda campaña contra el «comunismo» y su supuesta defensa de la «república» se agota en ser una figura nefasta y corrupta aliada a las grandes corporaciones y defensora del genocida de su padre, a quien prometió indultar en caso de que llegue a la presidencia. Pero a este ritmo, la que necesitará un indulto parece que terminará siendo ella. Como fiel seguidora de su padre, le corresponde el mismo destino: pudrirse en la cárcel.



Fuente: LA REPÚBLICA

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