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Uribismo & Cía., a la baja - SANTIAGO GAMBOA


El espectáculo jurídico de estos días mostró de nuevo lo que ya era una obviedad: el uribismo, en el fondo, no es ni un partido político ni un compendio de principios éticos o morales. Nada de eso. Lejos de eso.


El uribismo es pura y simplemente un grupo de presión económica en torno a un jefe. Un colectivo de contratistas disfrazados de senadores, con ánimo de lucro, que viven de los recursos del Estado, para lo cual es imprescindible mantener el poder a toda costa. El asunto de la Ley de Garantías y el modo en que los senadores del Centro Democrático corrieron a impugnar la decisión del juez es el vivo retrato de ese grupúsculo. Disponer a sus anchas de billones de pesos para movilizar a gobernadores y alcaldes a favor de sus candidatos, en todo el país, se justifica con el siguiente sofisma: “Es que es fundamental para la reactivación económica”. Así lo dijo Gabriel Vallejo, como si los colombianos fuéramos bobos. Como decir que el paramilitarismo es importante porque ayuda a combatir la explosión demográfica y la huella humana de carbono en la atmósfera.


Hablan de reactivación económica en un periodo difícil y de austeridad. ¿Austeridad? Sí, como la que predicó con el ejemplo el subpresidente Duque al invitar a 149 personas, incluyendo a sus hijos y otros familiares, pero no a Panaca sino a Glasgow y luego a Israel en el avión presidencial, un paseíto a Tierra Santa con el tiempo justo para que el ministro de Defensa, que no es más torpe porque no se levanta más temprano, metiera las patas hasta el fondo y los hiciera quedar a todos como lo que en realidad son: un grupo humano bastante pobre en materia gris y sin mucho que aportar, pues de esos viajes no quedó absolutamente nada. Huella de carbono, espectáculo tercermundista en Escocia y cuentas por pagar con dinero público. Aún más patético cuando intentan hacernos creer que Biden y Duque hablaron de algo, de cualquier cosa importante más allá de esa sonrisa de cortesía debajo del tapabocas, cuando en sus dos viajes a Estados Unidos en la era Biden a Duque no lo han invitado ni a la reja de la Casa Blanca.


El episodio de Uribe y la tutela fue el colofón. Que sí se puede equiparar una imputación a una indagatoria, que no. Son asuntos jurídicos especializados y así lo resolvió la Corte Constitucional. Y ganó la mayoría. Pero el uribismo sin Uribe se siente en peligro, vocifera que hay complot, ¿qué más puede decir? Uribe es un personaje conflictivo e incluso siniestro, eso lo hemos sabido desde siempre los colombianos. La diferencia entre uribistas y no uribistas es que a los primeros nunca les importó con tal de que sirviera a sus intereses, y a los segundos sí. Por eso la respetabilidad del jefe, así hubiera que construirla a tiros, fue fundamental para ese grupo de presión, hoy en crisis porque cada vez más empresarios se dan cuenta de que ya conviene arrimarse a otra tolda. Es el drama de ese emprendimiento, el Uribismo & Co.: cada vez más accionistas (y contratistas) se les están bajando del barco. Y llegará el día en que el principal financiador y dueño del país, el Dóktor S. A., también los abandone; justo cuando algún asesor de frases célebres le recuerde esa de El gatopardo que dice: “Es necesario que las cosas cambien para que todo siga igual”.

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